Mantener un estilo de vida diferente a lo que estamos acostumbrados no es precisamente moda sino, una manera simple de ver y sentir la vida. Se trata de proponernos cambios y hábitos nuevos para depurarnos mental y físicamente.
Hacer cambios en la vida nunca fue fácil, cualquier tipo de
cambio implica dejar algo en el camino o en el olvido. Y por alguna razón
inexplicable, siempre estamos extrañando aquello que dejamos, pero no somos
capaces de entender que ya no lo necesitamos. Nos aferramos a las cosas y nos
quitamos la oportunidad de conocer o experimentar la novedad de un cambio.
Crear nuevos hábitos es algo que también nos cuesta mucho a las
personas, dejar nuestra rutina o salir de la zona de confort puede sentirse
hasta dramático. Pero en realidad no estamos viendo que una vida estructurada,
totalmente planeada, resulta aburrida y desperdiciada. Negarnos a hacer cosas nuevas
es igual a prohibirnos la diversión, la pasión y el encanto en hábitos que no
conocemos y no nos animamos a descubrir.
Lamentablemente las personas esperamos a hartarnos de nuestras
vidas, de sentirnos infelices o incómodos con nosotros mismos para plantearnos
la pregunta, ¿Qué hago con mi vida? Y es allí, precisamente, cuando sedemos a
realizar cambios y nos introducimos a nuevos hábitos. Esta acción es propia del
minimalismo y trae como consecuencia beneficios gratificantes.
Una persona que empieza a aplicar los principios del minimalismo
de a poco, una cosa a la vez, es una persona que tendrá una vida nueva. Una
vida productiva, sin apegos, sin miedos a los cambios, sin preocupaciones ni
angustias, una persona decidida a descubrirse y a reinventarse.
Los beneficios de llevar una vida simple son muchísimos, pero
entre ellos la más importante es la que adquiere tu mente: una mente ordenada
es igual a una vida ordenada; una vida productiva; una vida satisfactoria; una
vida divertida; una vida apasionada; una vida desintoxicada; una vida sana; una
vida llena de vida.
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